miércoles, 18 de mayo de 2016

Una Historia De Actitud



Cuando era joven y era empleado de una tienda de comestibles, conocí a un muchacho que trabajaba en otra tienda frente a la mía. Esos eran los años de la gran depresión y la mayoría de los negocios sufrían de grandes necesidades financieras, y tenían  un stock muy limitado.
    Como consecuencia de esto, con frecuencia había gran escasez de productos, y los comerciantes acordaban tomarse prestado los artículos unos de otros.
     Carlos era “el mensajero” de la tienda que había del otro lado de la calle. Recuerdo incontable  ocasiones en las que llegaba corriendo hasta donde estábamos nosotros, y mientras golpeaba la puerta entraba gritándole a quien era el propietario de nuestro comercio: “ ¡ Señor Anderson, necesita que me preste seis latas de tomate¡” y con toda amabilidad recibía esta respuesta: “ Con mucho gusto Carlos. Ve a buscarlas, ya sabes dónde estás “. El  muchacho corría  hacia el sitio, buscaba los artículos que necesitaba, rápidamente los apoyaba en el mostrador, garabateaba su firma en un papel que registraba todo lo que se llevaba y salía corriendo.
     Un día, le pregunté a mi patrón por que Carlos siempre va corriendo a todas partes. Él me respondió que era porque se esforzaba en conseguir un aumento de sueldo. Y que seguramente iba a lograrlo. Entonces le pregunté cómo sabia que el muchacho iba a conseguir un aumento, y el señor Anderson me Respondió: “Mira, si no se lo da el hombre para quien Carlos trabaja, se lo daré yo”.




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